jueves, 18 de noviembre de 2010

Ninja

Tarde de perros. De “calma chicha” que me aburre de manera soberana. Esas nubes bajas anuncian otra lluvia vespertina y los libros me miran expectantes, desde la página en que los abandoné antes de la siesta. Mi ritual favorito. Esa costumbre pueblerina que jamás desaparece, arraigada en mi ADN como el mate amargo, por esa manía querendona de no abandonar lo sano y bien amado de mis hábitos cotidianos.
Ninja aparece. Siempre de buen humor, jamás hasta ahora iracundo. Este lúcido guerrero entonces, despliega tesoros y vivencias con una luz interior que fascina. De pronto, me instala en el medio de una sala, atravesando las altas cumbres de su biblioteca (de todo menos standard), mirando un paisaje desconocido, que me sienta sereno y original, como un paisaje oriental, como una película en blanco y negro de Kurosawa. Sin intermedios, debatimos después sobre la raza humana y sus curiosidades, en una cruzada interminable que me divierte como pocos. Las preocupaciones acerca del futuro del planeta y ese tipo de cosas, se enlistan esperando su turno. Me revela sus proyectos serranos, de ingeniero mecánico y de jardinero zen. Yo me siento ínfima en esa inmensidad, dueña de un mundo mucho más lejano y mucho más pequeño, que parece descansar en su universo de perfecto balance Yin Yang que todo lo abarca: lo visible y lo invisible.
Ninja mental, está formado de las cinco energías y las transmite como una onda expansiva que se adhiere sin remedio alguno. Yo la capto con mi radar, sincronizo en su frecuencia y me siento brillante de notarlo.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Mujer

Caminando por las calles de mi barrio, recibí el volante más aterrador que jamás hubiese imaginado…
Se anuncian como “Mami en Casa” y ofrecen entre sus servicios: Cocinar en tu cocina, ordenar tu placard, hacer tus compras, realizar tus trámites y hasta capacitar a tu personal doméstico!!! Deben ser un batallón de mujeres que invaden tu casa y usurpan tu vida; ávidas de usar tu ropa, tu tarjeta de crédito y hasta acostarse con tu marido…
Ahora, lo más pavoroso del asunto, es que si les da para hacer estos folletitos tan coloridos y de tan buena calidad, alguien las debe consumir!!! Ergo: la culpa no es del chancho…
Seguí caminando sin creer lo que leía. Miré a las mujeres a mi alrededor y traté de imaginar cuál de ellas llamaría a estas “mamis”. No conozco a nadie capaz de contratar estos servicios.
Me asustó la idea de que estos tiempos modernos, que jamás parecen bastarnos, nos arrastren a esa locura… Quiero cocinar en mi cocina, la comida que yo deseo y dedico. Y que mi placard siga desordenado, porque es la única forma en que voy a encontrar mi ropa; que yo compré y elegí. Y los trámites, resignados, seguirán esperando y las cuentas perseguirán fechas de vencimiento que después de todo recuerdo… y a término. Mi inexistente personal doméstico, me va a agradecer que les ahorre una capacitación. Y si hay un hombre en la casa, me acostaré con él todas las noches y desayunaré con él todas las mañanas y me perdonará las tostadas quemadas, porque mi café es exquisito.
Que loco, esa mañana el funesto anuncio de “Mami en casa”, me hizo conciente de lo modesto y profundamente afectivo que fue haber tenido a mi madre en casa. A su tiempo, cuando volvía de trabajar o cuando bailaba en el living esa chacarera que jamás pude aprender. Y asi, en un instante, con esa propaganda en la mano, y con los pasos de baile de mamá en la cabeza, definí mis pretensiones acerca de esta vida, de mujer modelo 2010…

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Predilecto

Noviembre llega de nuevo y yo al escribir parezco nostálgica. Amo noviembre y a sus tardes de sol… y al olor a flores de jazmín en las veredas.
Quizás una escapada a la playa. Un pic-nic en el jardín de casa. O caminar descalza por el piso frío de la cocina mientras preparo ensaladas de mil colores. Mientras la ropa abrigada se cambia por la mas liviana, mientras la piel tímida, se vuelve tornasolada.
El último noviembre de esta década.
Que las horas se sucedan espaciadamente... Quiero vivir despacio, saborear cada día.